viernes, 22 de mayo de 2009

Goteo vespertino



Laura Guerrero de 5 años tenía un tesoro. Lo guardaba en una caja de cartón duro pintada de morado oscuro, y además le había colocado un lazo dorado encima para darle aún más importancia al contenido de la caja.


Cada mañana limpiaba la caja y la metía en su mochila, junto a sus libros de Matemáticas, Conocimiento del Medio, Religión y Plástica. Nunca se separaba de su tesoro y lo llevaba a todas partes, como si fuera un amigo al que quisiera hacer partícipe de su vida.


Cuando se sentía sola, Laura se abrazaba a su cajita y sentía el tacto sedoso del lazo acariciando su rostro, incluso a veces le servía para subirse encima de él y llegar a cojer sus galletas favoritas de lo alto de la estantería de la cocina, porque su madre siempre se las subía ahi arriba para que no se las comiera todas el mismo día.


Laura había perdido a su padre de pequeña en una explosión que se produjo en la fábrica donde trabajaba, ella no lo sabía, su madre le había contado: "Laura, papá ha tenido que ir a reparar una de las nubes del cielo porque gotea mucho y hasta que no arregle la nube no podrá volver". El padre de Laura era fontanero y en su casa siempre se dedicaba a arreglar los grifos que goteaban, aunque a Laura le encantaba quedarse dormida mientras escuchaba el acompasado sonido del goteo del grifo de su cuarto de baño.


Una vez Sergio, el padre de Laura, le contó que el mayor peligro de los fontaneros y a la vez su mayor satisfacción es que desmonten una tubería, le quiten todas las tuercas y los tornillos y que al volver a montarla, le sobren piezas; le dijo: "Laura, hija mía, si algún día desmontas una tubería y te sobra una pieza, guardala porque te puede servir en otra ocasión"


Cada vez que llovía, Laura pensaba que su padre aún no había conseguido arreglar la nube y que todavía tardaría mucho en volver a verlo.


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Ahora mismo, Laura camina por la calle. Viene de jugar a "princesas" en casa de Mónica. La sonrisa que se dibuja en su carita va embelleciendo la calle y con su suave y tierna inocencia va inunando de paz los corazones agitados que se cruzan con ella. Su padre la ve desde el cielo y llora. Cuando las lágrimas de su padre resbalan por la carita de Laura, ella se agacha al suelo, recoge una tuerca y un tornillo que encuentra al lado de su zapatito y abre la caja.


Mete en la caja el tornillo y la tuerca y mirando al cielo dice: "Papá, ya tengo otra tuerca más para que puedas arreglar tu nube y pueda volverte a ver. Te quiero papá".


Cierra la caja y sigue caminando.


Y el Sol acrisola su pureza.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Si puedes vivir sin escribir,
entonces, no escribas...

Anónimo dijo...

3 lágrimas he llorado con esto, solo 3 lo prometo

Anónimo dijo...

flipante, esto es tuyo?

Anónimo dijo...

increíble, muy bello