miércoles, 12 de mayo de 2010

Café



- Ayer vi un pino llorando café sobre una calzada romana, y entre los adoquines fluían ríos de café - dijo Don Lillón algo meditativo.
- No te pongas en plan poeta, y menos a estas horas de la mañana Li - dijo Hurire algo molesto.
- Pero es verdad... La calzada conducía a una pequeña villa en la que habitaba un legislador con su familia...
- Esta bien, pues vamos a desayunar y me lo cuentas allí, con un café y el estómago lleno.

Entonces tomaron sus gabardinas y sus sombreros y salieron del apartamento. Hurire y Don Lillón vivían por aquel entonces en la Calle de los Coloreros, una pequeña calle que conecta la Calle Arenal con la Calle Mayor, en el corazón de Madrid.

Bajaron a la calle sin cruzar una sola palabra y se dirigieron a la cafetería de la esquina. Una vez allí, se sentaron en una mesa que estaba pegada a la ventana, se quitaron las gabardinas y pidieron dos cafés, uno con leche y otro sólo y dos croissants.

Hurire comenzó a preparar una pipa, mientras Don Lillón continuaba con la misma mirada perdida que solía llevar en la cara.

- Bueno Li, continua con tu pino y tu villa romana - le animó Hurire mientras trabajaba en su pipa.
- El legislador se llamaba Patricio y vivía con su familia. Entonces vi como el río de café entraba en su casa. Esto es curioso porque en época de los romanos no había café, pero allí estaba, colándose por todos los recovecos de la casa del legislador - narraba Don Lillón mientras removía de forma mecánica su café.
- Sí, realmente curioso...- contestó Hurire un poco aburrido de la historia de Don Lillón, mientras aspiraba lentamente el humo de su pipa.
- Después el río de café llegó hasta una pradera, una verde pradera asoleada, y la fresca hierba y la tierra se tiñeron del tostado del café.
- Oye Li, ¿y qué significan estos sueños tan extravagantes que tienes? - preguntó Hurire cortesmente.
- Que este mundo se chamusca Hurire, que este mundo se inunda de una negrura tostada, que la tierra está absorbiendo ese líquido oscuro, que estamos avocados a ahogarnos en la oscura ola que se cierne sobre nosotros.
- Ciertamente Li, este mundo apesta, ¡qué mala suerte vivir estos tiempos!
- ¡No amigo Hurire! El problema es que pensamos que no somos libres cuando las circunstancias externas nos son desfavorables, lo que no sabemos ver es que si nuestra libertad sometiera esa rebeldía contra todo lo que escapa a nuestra voluntad, veríamos lo positivo de un mundo cubierto de café.
- ¿Y qué hay de bueno en un mundo cubierto de café Li?, todo se echaría a perder.
- No amigo Hurire, al menos nos mantendríamos despiertos. ¡Qué tiempos tan preciosos para vivir, qué tiempos tan apasionantes para dejarse sorprender y qué honor tanta dificultad en nuestros caminos Hurire, pues prefiero la muerte a la tibieza!


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