miércoles, 11 de noviembre de 2009

Ética exegética

Mírate, míranos. Sé que no es lo mismo de antes, sé que estás desgarrada, que en tu pecho hay una herida que hace tiempo que no se cierra, sé que hace mucho que no respiras aire puro, solo humo, humo, humo y más humo.

Sé que has vivido mucho, me asusta contar tus años. Sé que nunca descansaste, siempre estuviste ofreciendo lo mejor de tí, de tus bosques, de tus playas, del corazón ígneo que te reviste y te puebla, siempre estuviste entregándote a todos y cada uno de tus hijos, aun cuando no te devolvían el mismo cariño.

Sé que nunca fuiste la eterna promesa, ni el nuevo mundo, ni la aventura, ni la emoción. Sí, es cierto, fuiste pionera en casi todo, ¿pero realmente mereció la pena?

Mira tu historia y todas las lacras que arrastras, aunque no fueran culpa tuya.



Quizá hoy te alaben, quizá hoy el mundo quiera asemejarse a tí, no por tu grandeza, sino por tu fachada seductora y por tus palabras progresistas, y aunque eso me entristezca profundamente, sé que eres símbolo de grandes ideales también, sé que eres bandera de nobles corazones.

Por eso te propongo soñar juntos, volar hasta que el Sol se apague, correr juntos, de la mano para construirte de nuevo, para destilar tu esencia y purificar tu mirada.

Ese es mi compromiso, ¿estás dispuesta a aceptarlo vieja Europa?